domingo, 3 de febrero de 2013

Del silencio de las musas


intentando domesticar iluminación y orientación, en Formentera

Cuando las musas callan sus motivos tendrán.

Yo no pienso que sean ni buenas ni malas, no creo que tengan consideración por lo humano, aunque unas veces parezcan abrazar con pasión y desapego, y otras veces caprichosas, impulsivas, escurridizas o despiadadas. Más bien las encuentro algo "un tanto divino y, avanzando por un camino inconcebible, sigue su marcha feliz". Pero su volatibilidad tiene consecuencias.

Cuando falta la inspiración para un pequeño blog, realmente, el problema no es tan grande. Se resienten las estadísticas. Pero poco más.

Cuando alguien cuyo pan depende de su inspiración pregunta, pero las musas no responden, entonces el problema ya se va haciendo mayor. Siempre se puede optar por un trabajo corriente. Ofrecer su tiempo a cambio de dinero. Pero no es lo mismo. Comer a cambio de Crear es un intercambio profundamente injusto. Nunca podrá pagarse la grandeza del acto creativo, cuando es honesto. Pertenece a un orden de cosas distinto. Es al espíritu lo que las necesidades fisiológicas al cuerpo. E incluso aplaza éstas últimas durante periodos de tiempo insospechados.

Pero hay un grupo "a caballo", como suele decirse de los arquitectos, entre el arte y la ingeniería. Este colectivo, pese a tener una capacidad limitada, participa destacadamente en la fabricación de nuestras almas.

¿Qué sucede cuando les falta inspiración? ¿Quién paga esa carencia, a qué precio y quién perita que allí ha faltado inspiración? Porque sin ella los arquitectos pueden igualmente entregar las claves para llevar a cabo construcciones excelentes, desde el punto de vista técnico. Pero para encontrar la forma de producir el hechizo, sin el cual en mi opinión no hay arquitectura, no es suficiente invertir tiempo. Hay que hacerlo de manera que brote esa guía, orientación, intuición, inspiración... que desemboca en embrujo.

También hay quien no cree en estas cosas. Ni en la inspiración ni en el embrujo. Pero habría que preguntarle entonces qué es, en su opinión, el acto creativo. Y entraríamos en discusiones terminológicas, en el mejor de los casos.

Yo por mi parte no creo en la figura del "genio genial" que saca ideas maravillosas de una chistera. No conozco ningún ejemplo de Maestro que lo fuera. Acaso alguno se construyó un personaje y lo aparentaba. Pero si mi escepticismo alguien lo considera como prueba de que yo no soy un "genio genial", además de aceptarlo con gusto, le propongo tomar un café y seguir discutiendo sobre este mito.

Si existe o no, si se puede domesticar o no la inspiración, es una cuestión demasiado mayúscula para el poco tiempo del que disponemos. La necesidad se cierne sobre nosotros. Y apenas podemos aferrarnos a un puñado de certezas prácticas.

Las mías al respecto, hasta el momento, son éstas:

- El esfuerzo. Cuando llegue la inspiración que me encuentre trabajando.

- Canalizar ese trabajo mediante un método. Hay un problema evidente de exceso de información. Hay que filtrarla. Y con lo filtrado hay infinidad de posibilidades. Todo eso hay que gestionarlo, de una forma o de otra.

- Trabajar la sensibilidad. Aprender a calibrarla y adaptarla. Y darle lo que precisa para no marchitarse. Esto es una auténtica jungla. Cada uno que haga lo que pueda. Pero este factor no me resulta menos esencial que los demás.

- Predicar con el ejemplo. ¿No somos arquitectos? ¿Cómo tratamos el espacio donde trabajamos? Además de las condiciones en que habitamos nuestra casa las condiciones espaciales para invocar las musas más favorablemente serán unas pero no otras. Esas condiciones hay que definirlas en términos de tamaño, color, visuales, luz, textura, olor, sonido, tacto, recorridos, movimientos... y generar el clima que aunque no asegure resultados sí los facilite y los sostenga el máximo de tiempo posible.

Y si al final nada funciona, más que al silencio de las musas, la culpa yo se la echaría al ruído. El que nosotros mismos generamos. El que produjo la burbuja inmobiliaria al estallar. El que generan el exceso de arquitectos titulados y normativas de aplicación absurda... y finalmente uno acaba por llegar al tema de moda: la crisis.

Sea como sea, si no encontramos la manera de inspirarnos para embrujar los espacios físicos, ¿alguien sabe si la mediocridad y decadencia espacial que nos espera no serán multiplicadoras de la mediocridad y decadencia sociales?


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