jueves, 14 de noviembre de 2013

Um skin og skugga og skemmdir

(traducción al islandés del título original "De la luz, la sombra y el desgaste")




Es el título de un artículo de este blog que todavía no ha salido, precisamente, a la luz.

En islandés suena mejor que en castellano. Es incluso hipnótico:

Um skin og skugga og skemmdir
.

A pesar de que cuento con un traductor de lujo, las tres "sk" iniciales y esa cadencia de libro son resultado de la "lotería lingüística", según él mismo.

"Pero 'skin' no es piel?", le pregunto a Elías..

"Piel se dice 'skinn'. 'Skin' es candor. O luz como la del Sol", me alumbra él...

Entonces la espina que tengo clavada, por no haber aprendido islandés como dios manda en todo este tiempo, se me retuerce. Me recuerda que sigue exactamente ahí, clavada.

Hace tiempo ya desperté a la bella y terrible realidad del traductor:
las palabras tienen su equivalente más o menos aproximado en otras lenguas. Y al intentar traducir lo más mínimo de repente un zoológico de formas, colores y comportamientos nuevos emerge como de la nada, exigiendo ser reestructurado de algún modo mágico, a cambio de pretender significar algo que haga justicia y no traicione demasiado el original.
La preciosa, dura y a menudo invisible batalla del traductor.

Ver mis propias palabras traducidas, las justificaciones y cambios pertinentes,
me lo ha recordado. Gracias.

Que "luz" y "piel" se parezcan tanto en islandés me resulta de un lirismo automático,
que conmueve sin pedir permiso.

La cantidad de belleza diaria que se vierte y escapa, por no conocer los matices del lenguaje, es demasiada para lo corta que resulta la vida.

Vivir en un lugar y no conocer su lengua con precisión es un desastre natural.

Nunca máis...

domingo, 29 de septiembre de 2013

Manojo 01: Acercarse a la arquitectura

(Esta entrada forma parte de la nueva sección "Los manojos")

Recientemente dos buenos amigos, por separado,
me han hecho dos preguntas nada fáciles de responder:

Primera: ¿Cómo se sabe si la arquitectura es buena o mala?
Segunda: ¿Por qué te gusta la arquitectura de Barragán?

La primera pregunta no seré yo quien la responda de un modo indiscutible, satisfactorio e inequívoco si nadie que me haya precedido en la historia de la humanidad ha logrado hacerlo.
La segunda intentaré responderla más adelante, pero de momento la dejo en el aire también. Creo que antes de intentar concretar esas respuestas es pertinente preguntarse si la misma arquitectura ha sido ya concretada. Y me temo que no lo ha sido. Ni puede serlo.

Si tuviéramos una sola definición de "arquitectura" que fuera siempre cierta y estable todo sería más fácil. Pero no la tenemos ni la tendremos. Y como sucede con palabras de gravedad comparable (arte, amor, verdad...) se recomienda relacionarse con ella como si se tratara un agujero negro:

- Si estamos demasiado lejos la observación será difícil, dependerá de artefactos muy complejos, y en cualquier caso la imagen del significado que nos llega corresponde a un tiempo que ya no es el nuestro.
- Si por el contrario nos acercamos demasiado corremos el riesgo de ser absorbidos por la cuestión hasta colapsar por exceso de significante.

Lo ideal sería acercarse todo lo que nos permitan nuestras capacidades, pero sabiendo deternerse a tiempo, sin caer en el horizonte de sucesos. Es justo en la última franja segura de ese límite donde flotan las obras maestras de la arquitectura. Y los maestros mismos, junto a sus teorías y sus manías.

Sea lo que sea la arquitectura, haya lo que haya en el misterioso y oscuro centro, lo máximo que podemos conseguir es acercanos a ella, pero no podemos observarla directamente, y mucho menos alcanzar a tocar su esencia. Sólo podemos utilizar ideales para dibujar un horizonte catalizador e intentar dirigirnos hacia él con nuestras creaciones y nuestros análisis.
Y el tiempo, y los humanos que vendrán detrás, ya juzgarán.
Capaces de logros diferentes. Limitados por los mismos motivos.

Evidentemente de partida no hay reglas para esta maniobra de acercamiento. Esto es una jungla y cada cual que haga lo que pueda. Pero sabemos que efectivamente nos estamos acercando, por uno u otro lado, cuando encontramos afinidades. Cuando ciertas combinaciones de materia, dispuestas de un cierto modo, nos hacen sentir y asentir y ponernos de acuerdo en que aquello puede llamarse arquitectura. Esto implica que haya muchos acercamientos posibles, desde muchos puntos distintos.

Propongo un acercamiento a partir de tres ideas interrelacionadas que desarrollaré en próximas entradas del blog. Serán estas:


De ponerse exactamente ahí

Del contraste entre interior y exterior

De lo privado hacia lo público


De algún modo estos tres textos juntos definirán el esqueleto de un método para leer, entender, estudiar, imaginar, esbozar o redactar arquitecturas. No es algo prefabricado, más bien se trata de un proceso desarrollado artesanalmente: las conclusiones que circunscribe este manojo de entradas son las conclusiones a las que he llegado hasta el día de hoy, de una forma más intuitiva que racional, experimental, necesariamente subjetiva. Simplemente un día me dí cuenta de que llevaba mucho tiempo procediendo más o menos de este modo, cada vez con más convicción. Revisando el propio método para conseguir mejorar, a mi entender, sus resultados. Y esto quiere decir que cada vez ha de ser más capaz de comprender y filtrar el pasado, de actuar en el presente y de aportar algo a lo que está por venir. De lo contrario el sistema no sería válido.

Exponer a los demás un método personal de acercamiento a una cuestión tan delicada tiene riesgos. Os invito a criticarlo, constructiva o destructivamente. Y por supuesto a contrastarlo y compararlo con el vuestro, pues ya sea de forma consciente o incosciente todos los que revoloteamos alrededor de la arquitectura tenemos una forma más o menos intuitiva, más o menos racional y sistemática, de relacionarnos con ella. Y a modo de respuesta a las dos preguntas de mis dos amigos: los que no están tan acostumbrados a tratar con las cuestiones del espacio físico de forma intencionada también se relacionan con él, inevitablemente y a la fuerza, pues está por todas partes.

Espero que exponer mi forma de aproximarme a la cuestión y los criterios que utilizo resuelva parcialmente sus dudas. Y si puede serles de utilidad para incorporarlo a la manera que ya tengan de aprehender el entorno físico, y por tanto acercarse a la arquitectura, pues aún mejor.

Alguien podrá pensar que abstenerse es la opción más segura, pretender no aplicar ningún método. Pero como antes he dicho: esto es una jungla. Vamos siendo mayores. Y quedarse quieto, no disponer de un sistema, también tiene un precio.

Lo más probable es que nadie tenga razón, que la mezcla de lo mejor de todos los métodos fuera el cóctel perfecto. Pero el tiempo y las energías de los que disponemos son limitados.

En próximas entradas del blog mi propuesta para acercarse a la arquitectura.

Que paséis buen domingo.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Los manojos

Son conjuntos de tres o más entradas
que se agrupan para colaborar en una idea o mensaje común.

El primero (y único de momento) se llama "Manojo 01: Acercarse a la arquitectura"
y se compondrá de tres entradas:
  • De ponerse exactamente ahí
  • Del contraste entre interior y exterior
  • De lo privado a lo público 
La intención es que estos textos puedan leerse por separado, que sean independientes. Pero que al mismo tiempo hagan referencia a una idea o mensaje más amplio. Ya sean esta idea o mensaje previos a la redacción de las entradas o descubiertos con posterioridad, a medida que este blog va creciendo.

Si funciona o no esta forma de ir agrupando los escritos ya lo veremos.

De momento comienzan a andar "Los manojos".

Un saludo.


lunes, 23 de septiembre de 2013

De los momentos de una luz irrepetible


la escalera de la casa de mis abuelos

Tras el último peldaño, siempre que he llamado al timbre, ha esperado allí con los brazos abiertos el ángel que es mi abuela. Todavía sigue haciéndolo. Y que dure..

En esa casa murió mi abuelo. Por esa escalera le bajaron de la única forma que él aceptaba de buen gusto a esas alturas: con los pies por delante.

Una mañana de repente me llamó mi madre. Corre, al abuelo le ha pasado algo. De tan rápido que llegué no recuerdo subir la calle, ni la escalera. Entré en la casa como si la brisa que iba dejando a mi paso pudiera traer consigo algo de posibilidad de vida que compensara lo que ya sabíamos, lo inevitable. Un policía en el pasillo me advirtió: está en el baño. Y efectivamente, el cuerpo en el suelo, boca abajo, los ojos cerrados. La boca entreabierta y su cara contra el suelo frío. Pero hacía tan poco tiempo que aún desprendía calor. Caricias. Abrazo.

Toda la atención que no presté a la escalera ese día, toda la que no he prestado en casi treinta años, se concentró en un solo día, meses después, cuando subiéndola un rayo de sol, muy sesgado, me hizo detenerme. Había tanta información contenida en esa escena...

Por un lado lo inmaterial: sensaciones imprecisas de vida, sexo y muerte, certeza de finitud pero de presente también, la infancia, los días corrientes allí vividos, el recuerdo del último abrazo en el suelo del baño, la idea de mi abuelo mismo en forma de rayo... emoción por el milagro de la luz, por las inagotables cualidades de la materia...

Y por otro lado lo material: la luz escorada revelaba lo mejor de la textura de la pared, la proporción de los peldaños y su proyección en el inmediatamente inferior, las motas de polvo danzando, las telas de araña invisibles hasta entonces... el rítmico reflejo del sol en cada escalón recordándome la sensación de amaneceres y atardeceres en la retina...

Nadie puede explicar por qué, ni mucho menos cómo, todas esas cosas pueden acudir juntas a la mente en una fracción de tiempo tan corta. Pero tengo clarísimo que ese rayo de luz, en esas condiciones, catalizó el proceso. Y que fue terriblemente real. Literalmente psiconáutico: la sensación de que allí se encontraría la esencia de las cosas, en ese tumulto de datos, si es que residiera en algún lugar.

Por lo general solemos darle poco valor a estas experiencias, categoría de anécdotas. Muchas veces ni estamos seguros de haberlas vivido. Se internan en el territorio de lo místico y religioso. Y eso algunos, racionalmente, no lo toleran. Pero si uno atiende cuando suceden, aunque efímeras e inasibles, cobran un sentido brutalmente punzante.

Por eso existen prodigiosos intentos de domesticar e idealizar este tipo de experiencias, pero me temo que son mucho más escurridizas que todo eso...

Si bien es relativamente fácil y fiable invocarlas íntegramente en el espacio interior de la mente mediante la psiconáutica, pedirle una colaboración activa al espacio exterior a la mente, al físico y tangible que proyectamos y construimos nosotros mismos, es bastante menos certero. No parece que la arquitectura sea capaz de proporcionar, de forma sistemática, momentos de significación o trascendencia de esa intensidad. Como mucho, la buena arquitectura, sea capaz de aumentar la probabilidad de que sucedan. Y hay que cuidarse de los que buscan generar o fotografiar el rayo de luz como algo exclusivamente plástico.

Pero ésa es la enésima función incalculable, no imprescindible y sin embargo importante de la arquitectura: servir de sustento físico que aumente la probabilidad de que se produzcan esos momentos de una luz irrepetible. Sólo los justos. Ni más ni menos.
La perfección de la dosis exacta.


lunes, 26 de agosto de 2013

De las carpinterías de madera, lo eterno y lo contemporáneo


aluminio y madera negociando el contacto, en Barcelona
El sol quema y destroza la pintura primero, y la madera después.

Como una berenjena perdiendo su tersura las carpinterías de madera se agostan.

El sector de la construcción responde con materiales cada vez más resistentes.

Y la cuestión de si esa resistencia es pertinente o no se va olvidando, desdibujando,
borrando por el efecto de la resistencia misma.

A gran escala es comprensible la soberbia de pretender materiales tan estoicos.
A escala doméstica ya me parece más discutible.

Egoístamente pensé, cuando Chispa murió, que un perro es ideal para un humano, entre otras muchas cosas, porque lo que dura su vida, respecto a la nuestra, es lo justo para verles nacer, crecer, decaer y morir. Y en medio haber tenido tiempo de disfrutarlos bastante intensamente como para olvidar, en ocasiones, que la vida pasa inexorablemente. Volviendo a recordar después que no, que la vida pasa de verdad. Observando en ellos un simulacro de nosotros, a escala menor, y con tiempo de aplicar las lecciones aprendidas en el proceso de esa pequeña vida que discurrió frente a nosotros.

Hacer algo similar con las cosas que nos rodean.

Este razonamiento, proyectado en arquitectura, me sugiere que puede tener mucho sentido y llegar a ser muy bello rodearme de materiales cuyo ciclo de vida dependa de mis cuidados.

Todo un edificio, quizá, resultaría excesivo. ¿Cómo elegir las partes que sí y las que no habrían de depender directamente de nosotros, como individuos? De nuevo la respuesta es complicada y sólo puedo argumentar que entre los extremos suele haber puntos intermedios de un equilibrio mágico. Y un buen arquitecto es un buen explorador, conseguidor y gestor de esas zonas de impunidad.

Las carpinterías, como los ojos o la boca respecto a la piel, son la parte habitualmente más presente en las negociaciones entre interior y exterior, entre yo y los demás, entre mi universo personal y el compartido. Son más humanas, por ejemplo, que los canalones o las losas de cimentación. Empecemos, por ejemplo, por ahí.

El gran argumento para no instalar carpinterías de madera me parece a mí
que se revuelve en contra, y se convierte en
el gran argumento para instalarlas: que requieren un mantenimiento regular.

Y parte de mi tiempo. Y de mi cariño. Y de mi atención.

Rascar y volver a pintar. Caerse y levantarse una y otra vez, para volver a trepar hasta lo mejor de uno mismo, antes de la recaída inevitable. Para volverse a levantar. Mientras se pueda.

Al tiempo que confundimos lo urgente y lo importante
las fachadas domésticas, cada vez más ligeras, se van llenando de aluminio. Un material que todavía no hemos conseguido domesticar, a escala industrial, en arquitectura.

Y yo sigo, pese a todas las advertencias e indicaciones en contra, revoloteando los elementos de madera como un insecto hace con la luz, obsesionado, convencido de que en cuestión de carpinterías, objetivamente, estamos yendo a peor. Alejándonos de algo esencial al ritmo bestial e imparable que impone la técnica.

Me pregunto para qué queremos el tiempo que no invertimos en mantener las carpinterías. Espero que lo invirtamos en algo mejor que rascar y pintar puertas y ventanas.

Cada vez me atrae más la idea de un estrecho ataúd de madera que se pudre en contacto con la tierra, frente a los nichos de hormigón armado en altura donde sobra el aire, frente a las cajitas metálicas que guardan cenizas, que los más modernos proponen lanzar al mar. Tender a que se registre, lo menos posible, la actividad humana.

No me parece nada mal. Pero no lo comparto. No lo quiero para mí.

Sonrío al verme a mí mismo, desde fuera, como de otro tiempo, uno pasado. Y sin embargo desde dentro me veo creciendo y acercándome a las cosas que creo que más importan, que parecen haber sido las mismas desde hace siglos.

Quiero tener que arremangarme una vez al año, si ése es el precio a pagar por disponer de una carpintería maravillosa. Quiero tener que encontrarle tiempo a esa tarea, regularmente. Y además estoy convencido de que al final amaré tanto el esfuerzo invertido como la madera misma. Y que las dos cosas, ciertamente, se fundirán.

Actividades que ayudan a conectar con la esencia de lo que somos: se me ocurren pocas cosas más eternas y contemporáneas al mismo tiempo.



martes, 28 de mayo de 2013

De la incontinencia y la intromisión

excelente caso de incontinencia formal y cromática, en Cartagena

No hay una regla que diga que siempre, o nunca, el arquitecto haya de plasmar la parte más personal de su imaginería en la obra. Pero muchos arquitectos tienden a hacerlo. De forma descarada o sutil, con motivos de peso o sin ellos.

Unos siempre son descarados, o tienden a serlo. Otros siempre son contenidos, o suelen contenerse. Los hay libres como el viento y reprimidos como si el ornamento fuera delito. Y entre todas las posibilidades intermedias se dan cuatro situaciones que puede que sirvan para enmarcar la cuestión:

1: Unas veces la incontinencia es descarada, por motivos que a mí, personalmente, me cuesta sentir y entender. Y de lo primero, creo yo, trata la arquitectura construida, antes que de lo segundo.

2: Pero lo negativo no es el descaro. Ni mucho menos. A veces éste resulta brillante y emocionante. Quizá porque se entiende. Pero ante todo porque se siente.

3: En los casos de contención también hay lugar para el fracaso, aunque se note menos. Pequeños coletazos de estilo, firmas casi inapreciables que no aportan nada realmente valioso al habitante. Y que suponen, como mucho, una batallita para el arquitecto. A cuenta del bolsillo y/o la comodidad del cliente.

4: Y por último la elegancia de la economía de medios no auto-censurada. La libre elección de no entrometerse demasiado, pero acertando al hacerlo.

Todo se trata del grado de intromisión deseado,
del grado que se logra finalmente, 
y del efecto del mismo.

Pero la intromisión se está realizando a niveles muy poderosos.
No hay manera de escapar del espacio físico.
Hay que recordarlo antes de soltarse la melena.

Tanto en los casos descarados como en los sutiles
creo que se da más a menudo la impertinencia efectista

domingo, 26 de mayo de 2013

De por qué la belleza


Un argumento podría ser que,
en última instancia,
todo se trata de una cuestión estética.

Como somos monos, como estamos tan lejos de dios, no podemos utilizar el conocimiento de la verdad como estándard para elegir de entre los modelos que somos capaces de producir. Podemos orientar nuestra brújula hacia "lo más verdadero", a lo que Wittgenstein se refiere como "lo suficientemente verdadero". Pero entonces la pregunta es: y cómo reconocerlo? Bueno... este es un prolífico campo de estudio, llamado filosofía de la ciencia, epistemología, ontología... cómo saber lo que es real...

Pero Platón, para el cual todo el resto de filosofía (occidental?) no representa sino anotaciones complementarias, dice que la clave reside en los conceptos de "bueno", "verdadero" y "bello".

Qué es lo bueno? Complicado... muy complicado de responder...
Qué es lo verdadero? Más complicado todavía, si cabe...
Qué es lo bello? Lo bello es fácil de discernir. Vas a ser condenado a sufrir las consecuencias de tu gusto. Y si no tienes gusto... que dios te ayude... porque estás auto-condenado a una pesadilla. No estarás cazando nada de la sutileza que sucede a tu alrededor. Mientras tu cabeza se rellena de cosas como Kant, sinsentido, tonterías...

Entonces, de nuevo, la metáfora del sueño. De tomar decisiones basándote en la belleza, que se descarga (de "download") en la cultura humana, en gran medida, a través de los sueños. Junto a otras ideas. Pero parece evidente que arquitectos, diseñadores... gente que está en la punta de la pirámide en cualquier proceso de diseño están muy familiarizados con sus sueños, sus ensueños, sus percepciones...

Esa es la dirección hacia la que orientar la brújula:
no hacia lo verdadero,
no hacia lo bueno,
(no porque no sean correctas, sino porque son demasiado resbaladizas)

pero hacia la belleza.

Y con ello, a mi entender,
la esperanza (confianza?) surge
como una consecuencia natural.

El que dice todo lo que se puede leer sobre estas líneas no soy yo. Esta es mi transcripción de una de las personas más bonitas que no he tenido el placer de haber conocido personalmente, pero cuyo output es aprehensible a través de la red, sobre todo en forma de audio. Y a veces, como en esta charla que dio en 1998 en San Francisco, disponemos del vídeo.

Una joya.

viernes, 24 de mayo de 2013

Lección inesperada 07: "King's Crossing" de Elliott Smith


Hay una pequeña frase en "King's Crossing", casi inaudible, que un coro responde a Elliott Smith, cuando éste pregunta por "una buena razón para no hacerlo".

Prepararlo todo, disponer cada cosa en su sitio: un bajo de hormigón armado, sobre él arcos corales, arriostrados con una voz y una letra que hablan de la esperanza y de lo contrario, de la autodestrucción y de lo contrario. Y erigir un castillo pirotécnico de percusiones alrededor de esa frase.

Después la canción continúa. Y acaba. Pero ese momento, aunque no es central (o sí?), está perfectamente abrigado. Sólo podría ser como es para emocionarme como lo hace.

Disponer los ingredientes de la arquitectura, las herramientas de las que disponemos, para que la cosa más blanda y ligera del mundo (un "we love you"*) se convierta en un proyectil de plomo con el que un francotirador acierta en pleno bulbo raquídeo.

Bajando ahora del castillo: utilizar esta estrategia con mesura, delicadamente,
en el proyecto arquitectónico: darle a (casi) cada parte del espacio lo que precise, encontrar las combinaciones predecibles o impredecibles de factores, dentro del océano de posibilidades y datos, para que algunas de las cosas más normales se conviertan en especiales, y catalicen lo mejor de la vida. 

¿Se puede calcular en arquitectura con tanta precisión? Yo no lo sé... creo que no. La misma idea de cálculo me despista. Algunos consiguen resultados creíbles, y son capaces de repetir la hazaña. Pero pienso que se debe a una mezcla de talento y suerte. E intuición, en los mejores casos. Todavía no existe la ingeniería emocional.

Y sin embargo, cuando algo funciona y conmueve, lo hace gracias a una serie de factores concretos. Flexibles quizá. Pero concretos.

Bonita trampa... saber que no es posible proyectar sin ese principio de incertidumbre.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Crítica constructiva a la "Declaración por la arquitectura" de la CSCAE, sobre la LSP


No digo, ni mucho menos, que yo tenga la solución. Ya me gustaría.

Vaya por delante que aprecio todas las iniciativas que defiendan nuestra profesión de forma abierta, comprometida y honesta con nosotros mismos y con la sociedad.

Por eso mismo quiero hacer una crítica constructiva sobre la "Declaración por la arquitectura" de la CSCAE:

Apurando, sólo hace referencia directa y específica a la arquitectura en el tercer párrafo, cuando se dice "artísticas y humanísticas".

Si se suprimen esas tres palabras anteriores la declaración podría estar siendo hecha por un consejo de ingenieros.

Todo lo demás, cuando se habla de "cultura", de "habitabilidad", de "seguridad", de "interés público", de "espacios confortables, sólidos y seguros, e incorporar valores estéticos, medioambientales y urbanos"... todo eso no es exclusivo de la arquitectura.

Si no encontramos lo que realmente nos diferencia y aprendemos a transmitirlo tenemos un problema.

Así no vamos a convencer a nadie.

Necesitamos algo mejor.


sábado, 4 de mayo de 2013

Estudio de fragmentos 02: centro de conciertos y conferencias Harpa

Premio de arquitectura Mies van der Rohe 2013.

Una cosa es citar a los muertos (en lo cual puede caber la injusticia).
Pero otra muy diferente, y directamente injusta, es dar premios en nombre suyo.

Han pasado más de cuarenta años desde que Mies desapareció. Y no hay manera de saber si él estaría de acuerdo con la ejemplaridad de las obras que está dispuesto a galardonar el premio que lleva su nombre, o si por el contrario él pensaría que el discurso de dicho premio es ambiguo, o que Europa está perdida.

Este conjunto de duras opiniones, que personalmente suscribo, son para mí la primera crítica necesaria sobre el edifico Harpa. Si pudiera aportar algo lo haría, pero consciente de mis limitaciones os recomiendo, simplemente, que leáis con atención los tres artículos referenciados en el párrafo anterior.

Yo a lo mío, que es ser proyecto de arquitecto. Y sobre todo ciudadano con casi treinta años de experiencia en ello. Más concretamente, desde hace dos años y medio, ciudadano de Reykjavík.

Cuando llegué a Islandia Harpa se encontraba en la fase final de construcción. Intenté suspender mi juicio, aunque no lo conseguí del todo porque su situación privilegiada (en pleno centro y a la orilla del mar), el uso programado (conciertos y conferencias) y la fachada que a medias ya permitía imaginar su alto coste levantaron en mí las suspicacias a las que la experiencia me tiene acostumbrado. Pero esperé para ver qué forma tomaba su justificación.

Esa forma está ya definida. Puede y debe empezar, por tanto, la opinión al respecto. Yo he tardado todo este tiempo en pronunciarme. La concesión del premio me ha recordado que ha sido necesario, pero también suficiente, este lapso para emitir una crítica consistente.

Hay varias cosas importantes que están bien conseguidas en Harpa. Otras, en mi opinión, no tanto.

OBJETIVOS PRINCIPALES 
Lo primero de todo es reconocer que nos encontramos ante un edifcio "cool". Esto unos lo consideran positivo. Otros radicalmente negativo. A mí lo "cool" me pone, como mínimo, en estado de alerta. Pero se buscaba un edificio "cool" y se ha conseguido.

Como elemento urbano, obviamente, ha modificado por completo todo a su alrededor. Cada día decenas de personas se acercan, entran, fotografían, curiosean... y algunas incluso acuden a las actividades que se realizan en el interior. Éstas actividades parecen haber mejorado de largo las condiciones en las que tenían que darse previamente: más espacio y mejor para la música. Cumple su función principal y la cumple bien. Y de paso es una de las joyas de la corona para el reclamo turístico, muy en consonancia con la reorientación que Islandia lleva unos años potenciando como destino turístico de masas, que ya están empezando a conseguir. El "principio del fin" en mi opinión, usando las palabras de Walter Benjamin sobre la Ibiza de los años treinta. Pero esta es una cuestión demasiado compleja y polémica, para mí y para este pequeño blog de arquitectura. Vuelvo al edificio:

TÉCNICA Y FACHADAS
Destacaría la factura técnica: está construído cuidando los detalles a un nivel de exigencia muy alto. Mérito de los proyectistas que ganaron el concurso para su construcción y de los trabajadores que lo han construido.

Pero a parte de hacer algo técnicamente bien, me interesa el porqué se hace. La técnica por la técnica no tendría criterio, dirección ni sentido, aunque tenga recorrido.

CLICK en la imagen para AMPLIAR
Centro de conciertos y conferencias Harpa (Reykjavík, 2011) 
de Henning Larssen Architects + Ólafur Elíasson

Un aspecto que no quiere ser culpa de nadie es que la fachada principal tenga volumen pero las demás no (1) (ésa es la fachada premiada, no su versión lateral o trasera, que son burdas). Quizá se debe a problemas "imprevistos" con el presupuesto. Por tanto las polémicas bondades de la piel las podemos contemplar sólo en la cara. El resultado es que al rodear el edificio y comparar las otras fachadas con la principal sobreviene la sensación de que nos han hecho una mascarada, un descaro torpe porque no se ha conseguido camuflar del todo ni en la fachada frontal, donde por mucha ingeniería geométrica a la que se hayan encomendado una estructura tridimensional tan compleja, inclinada, cuando quiere entregarse con un plano horizontal genera monstruos. Y éstos han quedado flotando a tres metros del suelo (2), sobre nuestras cabezas, justo antes de entrar por la puerta principal. Muy bonitos, pero monstruos. Aunque dan juego, la gente mira a través de ellos. Pero es un juego caro y vanidoso. Parte del precio de haber intentado casar a un artista con un grupo de arquitectos.

Después hay otras cuestiones de proyecto, de diseño, que lo incapacitan para ser considerado un edificio ejemplar, y por tanto merecedor de un premio prestigioso. Lo cual, al margen de la discusión sobre los valores que un edificio como éste transmite, habla de los que han decidido premiarlo y del prestigio del premio en sí: qué factores consideran ellos importantes en arquitectura? con qué grado de profundidad analizan los proyectos antes de considerar que merecen los 60.000 euros correspondientes?

VOLUMETRÍA: PLANTAS Y SECCIONES
Quizá lo más característico de Harpa es que se trata de un edificio torcido, en planta y en sección. Eso es un hecho. Algo que de partida no es bueno ni malo. Depende, exclusivamente, de qué se haga con esa falta de ortogonalidad y verticalidad (la cual hay que recordar: no es un capricho de arquitectos aburridos, sino la respuesta más directa a la fuerza dictatorial de la gravedad). Hay casos excelentes de "edificios torcidos". Uno bastante comedido, pero también en planta y sección y muy cercano a Harpa (apenas dos kilómetros) es la sede para Nordic House. En este caso, sin entrar en la tremenda calidez que emana (por ser mucho más pequeño también), los gestos torcidos, las inclinaciones, parecen explicarse por sí mismos cuando uno recorre el edificio. En Harpa, sin embargo, yo pienso que primero decidieron la fotogénica volumetría, a grandes rasgos, y después se les ocurrió esa especie de pasarela escalonada en la que han creado unas terrazas con sofás y mesas (3). Que a parte de no ser muy cómodas para andar subiendo y bajando cócteles su valor principal reside en tener vistas a la ciudad y luz directa del sol, algo que era posible de muchos otros modos menos forzados. Y su extrañeza no me parece un valor añadido positivo. Por todo ello la decisión de desviarse de la verticalidad, como no me contrarresta la sensación de inestabilidad cor argumentos de más peso, yo la encuentro insuficientemente justificada. Sospechosamente alineada con el espectáculo que nos permite la técnica contemporánea. Como si poder hacer algo fuera razón suficiente para llevarlo a cabo.

Todo lo anterior repercute, obviamente, en la volumetría exterior. Aparentemente elegante desde algunos puntos de vista, algo así como una mujer tumbada (4). Pero los que vivimos en Reykjavík estamos acostumbrados también a perspectivas diferentes que no son tan habituales en internet. Y algunas de ellas corroboran a mi entender que hubo frivolidad (en el peor de los casos) o falta de tiempo (en el mejor de ellos) para componer los volúmenes de Harpa pensando en todos los puntos desde los que se acabaría viendo. "Torpe" acude a mi mente.

COSTES
Por otro lado, al ver tantas barras, tornillos, cristales, espejos (5)... y su geometría inspirada en las columnas de basalto, lo primero que pensé fue en los costes, los de imaginarlo, modelarlo, construirlo, limpiarlo y repararlo. Necesariamente altísimos.

En esos casos siempre me viene a la mente la Alhambra de Granada. Un lugar donde, a pesar de que imagino que se utilizarían esclavos, la relación entre coste y efecto del resultado es mucho más pareja. Quiero decir que el coste debió ser altísimo pero el resultado a mí, personalmente, me estremece. En Harpa, por el contrario, lo más intenso que siento es vergüenza ajena observando el espectáculo nocturno que sólo en ocasiones intenta imitar el movimiento de las auroras boreales. Lo cual sólo puede satisfacer a un turista que no las haya visto en su vida. Y mira que me gustan otras obras del mismo artista... pero esta vez, jugando en casa de sus padres, mi opinión es que ha resbalado.

METÁFORAS
He leído varios artículos melosos y complacientes con estas metáforas: el basalto de la geometría de la fachada, las salas sólidas (por fuera) como montañas de roca, la sala principal roja como el interior de los volcanes, la luz especial que hay en Islandia filtrándose por los vidrios coloreados que cambian durante el largo día estival... y es cierto que hay algo de ello. Quiero decir que hay referencias a esos referentes. Pero esto en sí mismo no sirve de nada. O se produce muy explícitamente esa relación o lo mejor es no decirlo, porque se hace difícil justificar tanto dinero soportándolo con juegos de palabras. Sería más justo e inteligente, y menos pretencioso, hablar de cosas cómo que el edificio, en general, es oscuro por dentro (6). De cómo esa oscuridad muchas veces no está contrarrestada con la iluminación artificial, lo cual genera zonas realmente agradables, amplias, donde uno puede estar solo, casi a oscuras. Y se producen entonces reflejos y efectos de contraluz que ayudan a entender el edificio, sus recorridos, sus materiales (7)... e incitan al estado de ánimo a predisponerse para lo que al final hemos venido al edificio, que no es tanto tomar fotografías como asistir a representaciones musicales.

REPRESENTACIONES MUSICALES
Yo he asistido tres veces a las tres salas principales. De mayor a menor tamaño, respectivamente, para ver a Buika, Björk y Yann Tiersen. En el proceso (en mi opinión muy importante) de llegar a las salas no he encontrado nada especial. Muy correcto, sin más. Visual y acústicamente, desde mi poca experiencia, puedo decir que ha sido muy satisfactorio las tres veces. El color rojo de la sala principal (me dan igual los volcanes...) considero que es realmente acertado. Hay una relación entre el rojo y el espectáculo que no entiendo del todo, pero que funciona en mí: el color me dispone para lo que viene y me acoge mientras dura. Y la evacuación de las salas me sorprendió por su eficiencia en los tres casos. Quizá es que en España estamos mal acostumbrados.

LA GRAN OLVIDADA
Por último a lo que para mí hubiera sido un argumento inicial de proyecto ellos apenas le han hecho referencia. Un gigante bueno, una especie de ballena: la montaña Esja. Se puede ver desde Harpa porque todas las fachadas son de cristal (8), pero la han ignorado casi por completo. Aunque hay un pequeño volumen de oficinas o salas de reunión orientadas explícitamente hacia la montaña, como usuario o visitante puntual del edificio no he sabido encontrar una sola referencia, directa o indirecta, a esta maravilla natural que apenas está al otro lado de la bahía (9). Me parece evidente: se lo han olvidado porque no han estado en Reykjavík, o lo han hecho muy de pasada. Uno de los peajes de los concursos internacionales: se proyecta sin conocer de verdad el entorno. Nadie les advirtió de que en Reykjavík hay una montaña mágica. Y el jurado, al parecer, tampoco lo sabía. Tenían una oportunidad de lujo para bailar con ella. Tenían una cita. Pero le han dado plantón.

Con esto cierro el pequeño estudio parcial que resume mi opinión sobre los aspectos que más me han llamado la atención. Y acabo con una reflexión personal en cuanto al significado:

El exclusivo protagonismo de esta pieza es previsiblemente temporal, el futuro depara todavía sorpresas: frente a Harpa hay un foso enorme que ocupa una superficie nada despreciable. Yo pensé inicialmente que iba a corresponder a un párking subterráneo. Pero parece que allí irá otra pieza más (un centro comercial?) de una delicada operación urbana que seguro será polémica. Quizá los arquitectos de lo que está por venir decidan hacer con Harpa lo mismo que éste ha hecho con la montaña mágica que tiene detrás: ignorarlo. Con otro edificio más grande, más caro, que haga más luces, que gane más premios. Y como las ruinas del ángel de la historia los proyectos estrella se irán acumulando "ante él hasta el cielo".

Se dice que Harpa es el símbolo de un renacer, que ha reactivado la zona del puerto, que traerá muchas cosas buenas... yo no lo niego, pero estoy seguro de que un edificio arquitectónicamente mejor habría cumplido las mismas funciones, e incluso otra más esperanzadora: haber apuntado a que aprendemos de los errores.

Pero no, Walter Benjamin parece llevar razón: el huracán se ha enredado en nuestras alas, y es tan fuerte que no podemos cerrarlas. Nos empuja irremediablemente hacia el futuro, al que damos la espalda, mientras crecen los montones de ruinas hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos "progreso". Y se podría contemplar a diario, por ejemplo, mirando a Harpa. Si las luces y el humo y el espectáculo y algunos premios de arquitectura no estuvieran diseñados para enmascararlo.

No hace falta lamentarse para sentirlo, y ser capaz de constatarlo.

viernes, 3 de mayo de 2013

Perla fugaz 03: la memoria de Miguel

(cazada en el documental "Nostalgia de la luz")


Es necesario ver todo el documental para hacerse una mínima idea de lo que supone la memoria de Miguel, y el método que desarrolló para poder conservar la información en su cabeza.

Con ello fue capaz de redibujar los detalles del campo de concentración de Chacabuco, el más grande de la dictadura de Pinochet.

Su aparición no son demasiados minutos, pero vale mucho la pena escuchar su historia contada por él mismo. Mientras redibuja, una vez más, sus trazos firmes y temblorosos al mismo tiempo.

Un héroe perdido en la inmensidad del desierto de Atacama.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Perla fugaz 02: casa de Martha

(cazada en Black Mirror)



Aprovecho para recomendar el capítulo, que a mí es el que más me ha gustado.

Más que en la idea conductora de cada historia el jugo yo lo encuentro en el reverso de los sentimientos que son catalizados por ésta. Eso, al mismo nivel que la visión futuristamente cotidiana, es para mí la clave de la serie.

La fotografía del capítulo seguro que ayuda, pero la casa de la protagonista es una delicia en sí misma. Concretamente los interiores. Un juego de madera, telas y tonos pastel muy acertado. Colores y texturas que no son el mismo, pero que se comportan como un solo ser. Combinado con detalles como el pomo de la puerta, de latón... todo ello en medio del campo... me desplaza a estados interiores que me conmueven.

Lo determinante para mí es que toda esa combinación de colores y materiales, al final, de forma sutil y silenciosa, tiene presencia. Frente a la ausencia y estridencia que a mi entender caracteriza la mayoría de construcciones.

Parece un requisito imprescindible. Podría afirmar que la buena arquitectura está presente, no como objeto, sino más bien como un ser. Uno más grave que nosotros, que fuera consciente de la insoportable levedad humana.

Por el contrario cuántos objetos están ahí, físicamente presentes, y al mismo tiempo no están. Materia que funciona, pero a la que le falta esa consideración por lo humano.

Exactamente de lo que trata el capítulo.

jueves, 25 de abril de 2013

De la oposición a la LSP

(LSP: Ley de Servicios Profesionales)



Incluso decir que "no quiero repetir lo mismo que han dicho otros, porque ya se ha escrito mucho sobre el tema" resulta repetitivo a estas alturas.

Quizá sólo queda espacio para reflexiones complementarias.

Desde los que lloran la muerte de la arquitectura a los que proponen que fluyamos, pasando por los que culpan a nuestros gobiernos, los que se culpan a sí mismos, los que aportan datos juridico-técnicos, los que disparan a todos lados con intención... a mí me faltaría más información y más experiencia para posicionarme más sólidamente, pero no dejo de ver a un puñado de humanos intentando organizarse. Con los problemas que nos acarrean la bondad y la maldad que nos son propias. Y para colmo soy determinista radical y confeso.

Pero soy de los que piensa que en esta cuestión tenemos la razón de nuestra parte. Y que demostrarlo es todo un reto necesario. Que más que defender nuestro terreno tenemos que ganárnoslo, cada día, en un tablero nuevo.

Por un lado se argumenta que no hemos sabido poner a la ciudadanía de nuestra parte. Porque parece, efectivamente, que como sector no lo hemos conseguido. Pero no es el servicio a la ciudadanía, en mi opinión, lo que caracteriza la tarea del arquitecto. Que indiscutiblemente puede componerse, en mayor o menor medida, de ello. Pero no es lo característico.

Defiendo que no lo es porque para mí el servicio al ciudadano, de forma individual o colectiva, es algo que doy por hecho, y es un factor compartido con muchas otras profesiones. Me parece de sentido común, sólo faltaría que construcciones físicas financiadas por "la ciudadanía" no ofrecieran un servicio a la misma. Pero la arquitectura se dedica a infiltrar sentimientos, estados de ánimo y predisposiciones ante el mundo, como polizones, en esas construcciones. Y el "servicio a la ciudadanía" no es una excusa para ello, ni tampoco su razón de ser, sino la plataforma necesaria para rotar el carácter ordinario de la vida y orientarlo hacia lo que tiene de extraordinario.

Por otro lado no sólo a la ciudadanía, si no a muchos otros profesionales (incluidos los políticos y los ingenieros con los que algunos pretenden confrontación), parece ser, tampoco hemos convencido.

Si no se nos entiende es porque estamos empeñados en defendernos utilizando los conocidos argumentos de la belleza, la emoción, la armonía, la materialidad... que supuestamente sabemos utilizar o manipular, pero no explicamos qué son esas cosas en sí mismas, porque no lo sabemos. Lo sentimos, probablemente. Los mejores arquitectos incluso saben ciertamente producirlo. Pero en general no sabemos transmitirlo, ni explicarlo a quienes ya están demasiado ocupados haciendo bien (o incluso mal) sus tareas. En el fondo no sabemos de qué estamos hablando. Tras varios siglos intentándolo no hemos conseguido definir "arquitectura", ni "espacio", ni "ambiente", ni "atmósfera", ni "lugar"... de forma intergeneracional e interprofesionalmente satisfactoria. Y esa carencia se evidencia cuando pretendemos esgrimirla en nuestra defensa. Citamos las causas pero no explicamos los efectos. Una espada que se funde al calor de la batalla, cada vez.

Y entonces necesitamos argumentos autoritarios, o populistas, o voluminosos, o efectistas... porque no afrontamos el problema de raíz. Esa raíz es que no hay solución hasta que no definamos lo inefable de forma creíble. Lo cual me temo que convierte el problema en irresoluble.

Pero no es ahí donde acaba, en tragedia, la cuestión. Si no más bien, justamente, lo contrario:

Es precisamente, de ese abismo, de donde surge la vida. ¿Acaso esperabas algo distinto?

La sensibilización argumentada, en forma de lucha, como lenta e imperfecta solución.

"Sé amable, cada persona con la que te cruzas está librando una dura batalla", consejo de maestro.

Ser amable y fluir en la lucha, contra las ideas, nunca contra las personas.

Buena suerte, nos veremos por las trincheras.

No a la LSP.

sábado, 20 de abril de 2013

Perla fugaz 01: casa de Jirayr Zorthian

(cazada en un documental sobre Richard Feynman)

casa-taller de Jirayr Zorthian
Por supuesto recomiendo ver todo el documental. Y como mínimo, para contextualizar esta perla en su fugacidad, entre el 13'18" y el 16'07", después de una historia conmovedora y justo antes de una anécdota que incluye al propio Richard Feynman. Pero para los impacientes se trata exactamente del 14'39" al 14'43", apenas 4 segundos en los que un perro cruza la escena.

Parece ser que se trata de una obra inacabada, de auto-construcción, de un artista del que no tenía noticia.

Es su carácter de castillo de madera, de caseta de árbol laberíntica, de potencial mágico insondable... lo que me ha fascinado. Justo así, cuatro segundos. Nada más. Estoy seguro de que cuando me haga mi casa tendrá algo de esta imagen. E intuyo que saber más del artista, llegar a conseguir más imágenes, algún tipo de plano... acabaría por diluir el embrujo.

No hay mucha información en internet. Y así me parece perfecto. No quiero saber más. Sólo quiero quedarme con lo que esta imagen me inspira, archivarlo en mi sistema, mi mente y mi piel, y rescatarlo cuando me haga falta.

Toda tu vida, tu obra y tu casa, reducidas para mí a función de boceto mental.

Discúlpame, Jirayr. A mí también se me agota el tiempo. Sois demasiados, demasiado bonitos. No puedo bucear con profundidad en todos vosotros. Necesito utilizar también mis prejuicios. Me muevo intuitivamente, lo cual es injusto en ocasiones, pero es lo mejor que tengo.

Sé que ya sabes que sé que sabes que sé. Estamos, por tanto, en paz.

Hasta la próxima. Sinceramente gracias.

Saludos a Richard.

viernes, 19 de abril de 2013

Las perlas fugaces

Como su nombre indica son "perlas" y "fugaces", es decir, cosas de valor pero de corta duración, que desaparecen rápidamente.

En esta nueva sección pretendo cazar una imagen, un fotograma, cuatro píxeles aunque sea... que las representen. Lo justo para no dudar de que existieron. Pero por lo demás tengo pocas pistas.

No descarto fusionar esta sección, más adelante, con las "Lecciones inesperadas", pero de momento las separo. Las "Lecciones inesperadas" pueden ser fugaces o no, pero siempre son extraídas de referencias que no tienen nada que ver, a priori, con la arquitectura. Y sin embargo me brindaron súbitamente una lección aplicable a ésta.

Las "Perlas fugaces", por el contrario, son perlas literalmente arquitectónicas. Registradas de forma marginal, que a punto estuvieron de pasarme desapercibidas.

En el próximo post, la primera, se internará en la atmósfera ecotopológica. Su paso está previsto para este fin de semana. Espero que acompañe la meteorología.

jueves, 18 de abril de 2013

Rasgo de carácter 01: la rotundidad

Las construcciones, como las personas, en ocasiones se caracterizan por expresarse con rotundidad, en sentido de firmeza.

Como en las personas, me parece distinguir tres formatos:

Primero: cuando llevan mucha razón. Me resulta ejemplar, envidiable, admirable. Por tanto, por mi parte, es bienvenida. Aunque sea yo el aplacado. Haciendo cosas bien hechas.

Segundo: cuando se pronuncian de forma rotunda con argumentos muy discutibles, polémicos, pero difícilmente falsables. Esto lo respeto bastante porque lo considero todo un arte. Una suerte de funambulismo. Haciendo cosas que pueden llegar a ser muy útiles.

Tercero: cuando por el contrario no llevan suficiente razón, se pronuncian con argumentos que no pesan lo que pretenden, entonces siento una mezcla de vergüenza ajena, compasión y sed de justicia. Haciendo cosas que contaminan.

La cuestión se ha desplazado, por tanto, desde la rotundidad hasta la razón. La segunda determina la pertinencia de la primera. Pero el tiempo modifica las variables de cálculo. Y como el agua que corre va suavizando los éxitos y los fracasos. Tiende a funambulizarlo todo.

Una vez más, el paso del tiempo, juega en favor de los impostores,
los rotundos del tercer formato.

El tiempo cura casi todo, pero no es su función hacer justicia.

La rotundidad es un capricho del pasado. Y en el presente una herramienta.

domingo, 10 de marzo de 2013

Los rasgos de carácter

Ya está, ya se acabó de construir el edificio.

Ha llegado ese día en el que como arquitectos de un proyecto ya podemos decir que no será preciso volver al lugar con el fin de seguir contribuyendo en la tarea de darle forma. Porque consideramos, a efectos prácticos, que se puede dar por "finalizado".

Entonces comienza una de las etapas que más me apasiona e interesa:

el edificio por su cuenta, como un ser ya independiente, liberado de (y/o condenado por) las personas y máquinas que lo han conformado, comienza a expresarse por sí mismo. Al principio de forma torpe, como un bebé: olor a nuevo, confusión en los pasillos... Después pasará por varias fases, más o menos similares a las humanas (son peligrosas, pero útiles, las comparaciones): su infancia, su adolescencia, su madurez, su envejecimiento... que no ha de ser necesariamente humillante, como el de los humanos. Y paralelamente por fases que son propias de la arquitectura: el comienzo de una larga relación con las preexistencias, el ir siendo ocupada poco a poco por humanos, el asentamiento de la estructura, las primeras grietas, el irse ganando un hueco (y quizá un apodo) en el imaginario colectivo, la espera hasta que la vegetación estará presentable, el embellecimiento de los materiales nobles, la decadencia de los traicioneros...

Es por eso que, a su manera, los edificios tienen su propio carácter. Algo que los mejores arquitectos quizá puedan orientar, en mayor medida. Pero incluso a ellos se les va a escapar, en algún momento, la criatura. Aunque al sol la inauguración haya sido impecable. Aunque pasen bien los días. Aunque no se quejen los usuarios, porque todo funcione perfectamente. Aunque reciba premios. Aunque envejezca noblemente. Aunque coincidamos en que efectivamente se produce allí el embrujo, en ese nuevo lugar del mundo que supone el edificio.

A pesar de todo eso las noches vendrán. Y los nuevos días. Pero no nos pertencen. Y en esas noches y días que no son nuestros el edificio irá gestando su carácter. Y ese temperamento adquirido es el que utilizará para relacionarse con los humanos. No el que nosotros queremos ver, el que describen las poéticas memorias, las descripciones de los usuarios que lo habitan...

Las creaciones, como los hijos, tienen algo que sólo es suyo. Impredecible. Que nadie podría haber controlado. Porque todos los intentos en esa dirección no serían más que factores añadidos a una ecuación de por sí demasiado compleja.

Y este factor que tanto escapa a nuestro control, el dinámico carácter de la obra, es tan decisivo como el que más.

Esta sección del blog intentará recopilar esos rasgos de la personalidad de las construcciones físicas.

Sin más elucubraciones, en el próximo post, comienzan los "Rasgos de carácter".

miércoles, 27 de febrero de 2013

De los referentes naturales que polarizan el espacio


él o ella, Esja, en Reykjavík

Nuestra relación comenzó con un flechazo. Ha sido apasionada desde el principio.

Pero pasión de la buena, con desapego. No el tipo de pasión posesiva que inunda de sangre los pulmones de la antorcha humana.

Hay días, de verdad, en que casi ni la miro. A ella le sucede lo mismo. No nos culpamos porque no nos pesa. Nos queremos tanto que nos queremos libres. Y esto es lo mejor para los dos.

Cada mañana, no exagero. Es literalmente cada mañana desde hace más de dos años, cada día cuando salgo de casa, que al mirarla me hace sonreír y sentirme tremendamente afortunado. Una fascinación implacable, inédita en mí.

Y es que tiene tantas caras, todas tan bellas...
que incluso cuando la noche,
la lluvia,
la nieve o la niebla
no me permiten verla directamente (ellas también quieren su parte)

yo la imagino tanto que casi diría que puedo verla.

Pero no es sólo una cuestión de belleza. Tiene algo de un orden mayor, que no alcanzo a descifrar. De ahí su poder. No sé si tiene algo mío. O si yo tengo parte de ella.

Existen elementos naturales del entorno físico que polarizan las indicaciones y referencias de los habitantes. Más que los puntos cardinales o las calles. Gigantes del imaginario, al margen de su tamaño.

Yo estaría de acuerdo en que no hacerles ningún tipo de alusión al proyectar en su zona de influjo, una relación de ignorancia para con ellos, se considerara delito arquitectónico. Tranquilamente. Para qué demonios estamos en la Tierra si no, sólo para sobrevivir?

Qué radical me pongo a veces, cuando me domina la pasión.

viernes, 22 de febrero de 2013

Pequeño detalle importante 02: llegada al portal





Un clásico: en un edificio por lo demás muy correcto diseñar una "no llegada" al portal. Que no haya transición entre la calle y el interior. Como si nadie (ni siquiera el cartero) tuviera nunca que esperar mientras suena el interfono. Como si a veces no hubiera que buscar las llaves. Como si nunca nevara. Y lo peor, como si nunca lloviera. Y nadie en mi edificio lo dice, pero todos nos mojamos con esos goterones cuajados y congelados que nos impiden llegar antes de haber llegado. Con lo bien que sienta estar llegando a casa antes de haber entrado al portal...


sábado, 16 de febrero de 2013

Sudden random teleportation 01

Con un poco de ruta incierta, un poco de un artículo precioso como concepto, algo de música... y fascinado por las posibilidades que apuntan las todavía ortopédicas nuevas tecnologías.

De todo eso, y algo más, nace esta sección: las "Sudden random teleportations".




33º56'15" S - 18º31'53" E



Me teletransporto a Ciudad del Cabo, en el sur de Sudáfrica.



Resulta que a las afueras de Cape Town (una ciudad que desde el aire parece exclusivamente periferia) hay un polígono industrial en el cual una empresa llamada West Cape fabrica, por lo visto, vidrios de seguridad.

Me doy una vuelta por el polígono. Vidas grises y pequeñas, pienso, a pesar del sol.

Un hombre recoge algo del suelo. Parece ser que lo mete en una bolsa de basura que tiene al lado y que incluso la furgoneta que hay aparcada muy cerca es donde sube después la bolsa. Quizá se pasa el día entero así, recogiendo latas y botellas, por un poco de dinero. O quizá sólo estaba limpiando.

Qué extraño resulta lo que nos parece intrascendente, cuando además está tan lejos, al mirarlo de repente tan de cerca. Y veo su trascendencia expresándose con códigos que no acabo de comprender. Ajenos del todo a mi presencia puntual. Me atraviesan indiferentes como a un fantasma.

Qué placer tan cálido teletransportarme de nuevo a casa. Fuera de mis esquemas hoy hace un frío soportable, pero incómodo y raro.

Qué poco importa lo que ignoramos.


domingo, 3 de febrero de 2013

Del silencio de las musas


intentando domesticar iluminación y orientación, en Formentera

Cuando las musas callan sus motivos tendrán.

Yo no pienso que sean ni buenas ni malas, no creo que tengan consideración por lo humano, aunque unas veces parezcan abrazar con pasión y desapego, y otras veces caprichosas, impulsivas, escurridizas o despiadadas. Más bien las encuentro algo "un tanto divino y, avanzando por un camino inconcebible, sigue su marcha feliz". Pero su volatibilidad tiene consecuencias.

Cuando falta la inspiración para un pequeño blog, realmente, el problema no es tan grande. Se resienten las estadísticas. Pero poco más.

Cuando alguien cuyo pan depende de su inspiración pregunta, pero las musas no responden, entonces el problema ya se va haciendo mayor. Siempre se puede optar por un trabajo corriente. Ofrecer su tiempo a cambio de dinero. Pero no es lo mismo. Comer a cambio de Crear es un intercambio profundamente injusto. Nunca podrá pagarse la grandeza del acto creativo, cuando es honesto. Pertenece a un orden de cosas distinto. Es al espíritu lo que las necesidades fisiológicas al cuerpo. E incluso aplaza éstas últimas durante periodos de tiempo insospechados.

Pero hay un grupo "a caballo", como suele decirse de los arquitectos, entre el arte y la ingeniería. Este colectivo, pese a tener una capacidad limitada, participa destacadamente en la fabricación de nuestras almas.

¿Qué sucede cuando les falta inspiración? ¿Quién paga esa carencia, a qué precio y quién perita que allí ha faltado inspiración? Porque sin ella los arquitectos pueden igualmente entregar las claves para llevar a cabo construcciones excelentes, desde el punto de vista técnico. Pero para encontrar la forma de producir el hechizo, sin el cual en mi opinión no hay arquitectura, no es suficiente invertir tiempo. Hay que hacerlo de manera que brote esa guía, orientación, intuición, inspiración... que desemboca en embrujo.

También hay quien no cree en estas cosas. Ni en la inspiración ni en el embrujo. Pero habría que preguntarle entonces qué es, en su opinión, el acto creativo. Y entraríamos en discusiones terminológicas, en el mejor de los casos.

Yo por mi parte no creo en la figura del "genio genial" que saca ideas maravillosas de una chistera. No conozco ningún ejemplo de Maestro que lo fuera. Acaso alguno se construyó un personaje y lo aparentaba. Pero si mi escepticismo alguien lo considera como prueba de que yo no soy un "genio genial", además de aceptarlo con gusto, le propongo tomar un café y seguir discutiendo sobre este mito.

Si existe o no, si se puede domesticar o no la inspiración, es una cuestión demasiado mayúscula para el poco tiempo del que disponemos. La necesidad se cierne sobre nosotros. Y apenas podemos aferrarnos a un puñado de certezas prácticas.

Las mías al respecto, hasta el momento, son éstas:

- El esfuerzo. Cuando llegue la inspiración que me encuentre trabajando.

- Canalizar ese trabajo mediante un método. Hay un problema evidente de exceso de información. Hay que filtrarla. Y con lo filtrado hay infinidad de posibilidades. Todo eso hay que gestionarlo, de una forma o de otra.

- Trabajar la sensibilidad. Aprender a calibrarla y adaptarla. Y darle lo que precisa para no marchitarse. Esto es una auténtica jungla. Cada uno que haga lo que pueda. Pero este factor no me resulta menos esencial que los demás.

- Predicar con el ejemplo. ¿No somos arquitectos? ¿Cómo tratamos el espacio donde trabajamos? Además de las condiciones en que habitamos nuestra casa las condiciones espaciales para invocar las musas más favorablemente serán unas pero no otras. Esas condiciones hay que definirlas en términos de tamaño, color, visuales, luz, textura, olor, sonido, tacto, recorridos, movimientos... y generar el clima que aunque no asegure resultados sí los facilite y los sostenga el máximo de tiempo posible.

Y si al final nada funciona, más que al silencio de las musas, la culpa yo se la echaría al ruído. El que nosotros mismos generamos. El que produjo la burbuja inmobiliaria al estallar. El que generan el exceso de arquitectos titulados y normativas de aplicación absurda... y finalmente uno acaba por llegar al tema de moda: la crisis.

Sea como sea, si no encontramos la manera de inspirarnos para embrujar los espacios físicos, ¿alguien sabe si la mediocridad y decadencia espacial que nos espera no serán multiplicadoras de la mediocridad y decadencia sociales?