martes, 20 de marzo de 2012

Lección inesperada 01: "Melancholia"

Con esta entrada comienzo una nueva sección en el blog: las "Lecciones inesperadas".

Son lecciones de arquitectura (o de parte de ésta) que me cogieron por sorpresa. Encontradas donde parecía que no debía haberlas.

Las separo de las entradas habituales porque son razonamientos que han partido exclusivamente de algo muy concreto: una película, una canción, una persona, una prenda de ropa... y me interesa remarcar esas fuentes que los generaron. Que son muchas. Y están por todo.

Aquí va la primera:


La parte inicial, el argumento, la música, los silencios, los actores, la fotografía... da igual.

Después de ver "Melancholia" (las pasadas navidades) se me quedó un cuerpo muy extraño. Me costó reconocerme de nuevo. Y es difícil de explicar. Pero recuerdo que todo mi estar en el mundo me parecía otra cosa. Nada que ver con la evidente reflexión en torno a la muerte que plantea al argumento.
Es algo más allá. Mucho más irracional. Como si alguien jugara a toquetear mis entrañas, mientras nos miramos a los ojos. Y se generaran sentimientos nuevos, profundísimos, inconexos. De una variedad aleatoria.

Todavía hoy me dura la sensación cuando pienso en la película. O cuando escucho la música. Ése es para mí su mayor logro: el hechizo total de su atmósfera. Por eso me parece una película brutal. Logra cosas con las que muchos edificios soñarían.

Que el arquitecto lo consiga como quiera. Como pueda. Pero su tarea es proponer espacios físicos que promuevan (siendo realista, sólo en ciertos momentos) un embrujo por lo menos igual de efectivo. De una forma controlada, dominada.

Lo demás es construcción. O suerte.




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